La música Carl Maria von Weber tiene inconfundibles acentos modernos, caracterizados sobre todo por una búsqueda controlada y meditada de coloridos, timbres y ritmos capaces de crear un nuevo mundo poético que evoca sensaciones intensas. La importancia de Der Freischütz (El cazador furtivo) se sustenta en un nuevo paradigma, en el que argumento y música comparten los mismos atributos estéticos a un nivel sin precedentes, lo que supone todo un ejemplo de lo que habría de ser la ópera nacional alemana. Su estreno tuvo lugar en el Schauspielhaus de Berlín el 18 de junio de 1821, siendo su obertura todo un anticipo de la mejor música de programa que habría de imponerse en Europa a partir de mediados del siglo XIX.

Perfilado ya durante el último año del siglo XVIII, el Tercer concierto para piano y orquesta, Op. 37 de Beethoven fue terminado en 1802, siendo estrenado el 5 de abril del año siguiente en el Theater an der Wien, con el autor de solista. Dedicado al Príncipe Luis Fernando de Prusia, es admirable por su inspiración, su perfección técnica y formal, su equilibrio armónico e instrumental así como por el variado carácter romántico de su contenido. Su Allegro inicial sigue los cánones de la forma sonata (exposición del primer tema, re-exposición, desarrollo, recapitulación, cadencia y coda), dejando la sensación más de un extenso movimiento sinfónico que de una obra concertante con tensiones opuestas entre solista y orquesta, donde, fluctuando, se contraponen inspiración y tonalidad. El segundo tiempo, Largo, tiene cierta analogía con el Larghetto de la Segunda Sinfonía por su elocuencia melódica y preciosista ornamentación. La coda final reemplaza a una recapitulación formal finalizando con serena quietud. El último es un brillante rondó seguido de un rutilante epílogo de acelerado tempo que combina los dos temas principales con gran luminosidad.

Las Variaciones sobre un tema de Mozart en La mayor, Op. 132, probablemente la obra más conocida de Max Reger, fueron escritas en una época en la que la atonalidad era incipiente, que partía de la invención por parte de Schoenberg del método serial de los doce tonos. Las simpatías de Reger estaban decididamente fuera de esta vanguardia. Con una fuerte personalidad creativa, su perspectiva estética está definida por una serie de obras que toman como punto de partida la música de maestros barrocos y clásicos. Dedicadas a la memoria de la Capilla de la Corte de Meiningen, son originalmente para orquesta y como ocurre con varias de sus composiciones, realizó un arreglo para teclado, en este caso para dos pianos, lo que da una idea de la complejidad polifónica de la obra. El tema es el aire delicado que abre la Sonata para piano en la mayor, K 331 de Mozart. El tratamiento de Reger se caracteriza por una creciente abstracción y transformación. Cada una de las ocho variaciones es más fantástica y distante de su origen que la anterior, tanto armónica como rítmicamente. En la última variación, de carácter onírico, el tema es a menudo irreconocible dentro de la espesura de la invención de Reger. La obra se cierra con una fuga extendida cuya conexión con el material original se presenta de forma indirecta. Sin embargo, como si empezara a determinarse de nuevo, el tema de Mozart se vuelve claramente reconocible cerca del final, aunque ahora en una forma mucho más grandiosa. Fueron estrenadas en Berlín el 5 de febrero de 1915 bajo la dirección del autor.