El Concierto para Violonchelo, Op. 85 de 1919 es la última obra orquestal importante de Edward Elgar, un lamento profundamente personal por la Europa de posguerra y un reflejo musical del fin de la era eduardiana. Es una muestra de la desesperanza del compositor tras la Primera Guerra Mundial, manifestada a través de una estructura concisa y orquestación sobria. Elgar, con este concierto, crea una obra que no solo es introspectiva, sino también penetrante y casi ascética, sirviendo como un epílogo ideal de la que había sido su trascendente trayectoria musical.

The Chairman Dances de John Adams, concebida en 1985, fue un interludio para su ópera Nixon en China fruto de un encargo de la Sinfónica de Milwaukee cuando Adams estaba trabajando en el tercer acto de dicha ópera. La pieza se originó como un foxtrot para el Presidente Mao y su esposa, Chiang Ch’ing, ex actriz de Shanghái y, posteriormente, figura clave de la siniestra banda de los cuatro de La Revolución Cultural. El guion describe a Madame Mao en una escena surrealista interrumpiendo el banquete estatal, colgando faroles, vistiéndose con un qipao y bailando sola. Mao, animado, desciende de su retrato y bailan juntos, rememorando sus días en Yenán, ciudad donde el político chino alcanzó el sobrenombre de “Gran Timonel” como líder indiscutible de la que sería la República Popular China.

El componente danzístico fue crucial para el éxito del musical West Side Story de Leonard Bernstein, presente en canciones como America y en los enfrentamientos y tensiones de las bandas rivales callejeras de dicho barrio neoyorkino. La escena de la negociación en el gimnasio, con un mambo distintivo, es un ejemplo. Bernstein se inspiró en la tradición coreográfica de Broadway, logrando una obra que combina energía rítmica, atractivo cinético, romance y sofisticación compositiva. Aunque la acción escénica pueda parecer algo anticuada hoy, las virtudes musicales de la obra permanecen intactas, manteniéndola siempre actual.