Paul Dukas fue un músico francés que dedicó la mayor parte de su vida a la enseñanza como profesor de composición en el Conservatorio Superior y en la Escuela Normal Superior de París. Gran parte de sus obras no fueron editadas. Quizás por un exagerado deseo de perfección, el propio Dukas las destruyó al no considerarlas suficientemente buenas. Hoy día se le conoce sólo por unas pocas composiciones entre las que destacan la ópera Ariana y Barba Azul, la Sinfonía en Do mayor, la Sonata para piano y, sobre todo, el poema sinfónico El aprendiz de brujo en Fa menor; un admirable scherzo sinfónico escrito en 1897 que, desde su estreno el 18 de mayo de ese mismo año por la Orquesta de la Sociedad Nacional en París bajo la dirección del autor, alcanzó pronto enorme popularidad. Atraído siempre por el pensamiento goethiano, Dukas tomo como tema de inspiración la balada poética Der Zauberlehrling (El aprendiz de brujo) del gran literato alemán Johann Wolfgang von Goethe en la que se describe cómo el aprendiz de un maestro de brujería, ante la ausencia de éste, anima a una escoba mágica con una formula de encantamiento para que le ayude en las tareas encomendadas. La obra musical se introduce lentamente creándose un clima misterioso e inquietante en el que aparece el tema principal en los instrumentos de madera. Cuando se inicia el scherzo pasa a los fagots fijándose su presencia constante que le convierte en la base de la obra, hecho que le sirve a Dukas para mantener vivo con gran habilidad el interés en todo su discurso, favorecido por su rica instrumentación.

Poulenc compuso el Concierto para dos pianos y orquesta en Re menor en 1932 y lo estrenó, participando como uno de los solistas junto a Jacques Fevrier, el 5 de septiembre de dicho año durante el Quinto Festival Internacional de Música de Venecia, con Désiré Defauw dirigiendo la Orquesta de la Scala de Milán. El concierto está escrito para dos pianos y una orquesta con flauta, flautín, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, dos trombones, tuba, batería de percusión y sección de cuerdas. Su tiempo inicial produce un efecto alegre y directo. Según sus palabras; «En el Larghetto de este Concierto me permití, para el primer tema, volver a Mozart, porque me gusta la línea melódica y lo prefiero a todos los demás músicos”. El Allegro molto final es un Rondo sincrético que fusiona el desenfadado ambiente de un music hall parisino y las sonoridades fascinantes de un conjunto musical gamelán de Indonesia.

Las tres obras que forman colectivamente Imágenes para orquesta de Claude Debussy, que no deben confundirse con los dos conjuntos de obras para piano que llevan el mismo título, se encuentran, con diferente instrumentación cada una de ellas, entre su piezas más accesibles por su gran expresividad. Gigues fue escrita entre 1909 y 1912 y tiene un sabor claramente ingles derivado de la melodía popular The Keel Row que cita el autor. La Ibéria, que fue escrita entre 1905 y 1908 está dividida en tres movimientos. Tiene una naturaleza más extrovertida, como casi invariablemente parecen tener las representaciones francesas de la música y la cultura hispanas, destacando el aleatorio carácter sonoro de algunos pasajes de Le matin d’un jour de fête que deja una caleidoscópica sensación de la exuberancia de una fiesta española. La última de las Imágenes, Rondes de printemps, fue compuesta entre 1905 y 1909. Es producto de la misma obsesión francesa de principios de siglo por la primavera que animó a Diaghilev a encargar Le Sacre du printemps a Stravinsky. Está basada en una de las melodías infantiles favoritas de Debussy, Nous n’irons plus au bois, presente en varias de sus composiciones. Dedicada a su amante y compañera Ema Bardac, su estreno completo tuvo lugar en el Teatro Chatelet de París el 26 de enero de 1913 por la Orquesta de Conciertos Colonne bajo la dirección del compositor.