Roberto Gerhard consideró siempre la novela Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes «como su Biblia», según narra su amigo David Drew, resultando por tanto significativo que cuando Gerhard se exilió al final de la Guerra Civil Española, una de las primeras obras que compuso, Danzas de Don Quijote, estuviera basada precisamente en esta novela. Recreó la obra de Cervantes de tal forma que mantuvo su línea musical en sintonía con el pensamiento de Unamuno, Ortega y Gasset y Madariaga, intelectuales que usaron la literatura como medio para abordar los problemas de España en época de crisis. Unamuno fue el primero que creó su propio quijotismo en 1905; le siguieron Ortega y Gasset en 1914 y Madariaga en 1926. La novela de Cervantes fue reinterpretada en la obra de estos y otros pensadores hasta adquirir la importancia de un mito antiguo. La evidencia de la relación de Gerhard con los escritores referidos está basada en el hecho de que poseía sus libros y en que las ideas de sus trabajos aparecen y desaparecen del argumento del motivo de inspiración, articulando su propio quijotismo mediante una música serial creada para su ballet Don Quijote, origen de esta suite de danzas. En ella añadió más conceptos mitológicos a los personajes de Cervantes de los ya fijados en la novela, incluyendo que Sancho, junto con Rocinante, adquieran un papel de mayor protagonismo.

El violinista Enric Casals, hermano del mítico violonchelista Pau Casals, venía pensando en un concierto para violonchelo destinado a su hija desde comienzos del año 1946. Planeó mentalmente las líneas generales de la obra pero el trabajo de composición propiamente dicho fue abordado y desarrollado el verano de aquel año en su residencia de la playa de San Salvador, quedando acabado a finales del año siguiente. Es destacable el carácter eminentemente expresivo que contiene su música que, lejos de nacer de una pura especulación, está íntimamente vinculada a las vivencias personales del autor sin menoscabo del rigor de la forma, a la que Enrique Casals permanece fiel con toda la escrupulosa honestidad del artista que quiere seguir las esencias de la música. Es la intención que prevalece en el Allegro moderato donde el material temático ha sido sometido a un escrupuloso tratamiento. La expresividad del Adagio doloroso cobra a veces un acento afligido después del cual el Finale, con su desenvuelto aire cadencioso, significa para el oyente un apaciguamiento.

Compuesto el año 1897 en Múnich, el poema sinfónico Don Quijote de Richard Strauss se estrenó en Colonia el 8 de marzo de 1898 dentro de los Conciertos Gürzenich de esta ciudad con Friedrich Grützmacher al violonchelo bajo la dirección de Franz Wüllner. Tiene un manifiesto sentido concertante con intervenciones muy destacadas de la viola y la tuba tenor. Se puede entender que, por su poder descriptivo, es la obra en la que se alcanza un punto casi insuperable de la música de programa. Después de una introducción a la que sigue la exposición temática que determina al protagonista y a su escudero, Sancho Panza, sus diez variaciones van exponiendo relevantes episodios de la novela de forma encadenada desde la suprema expresividad que puede ofrecer una gigantesca instrumentación integrada por pícolo y dos flautas, dos oboes mas corno inglés, cuatro clarinetes, tres fagotes más contrafagot, seis trompas, tres trompetas, tres trombones, tuba tenor o bombardino, tuba, arpa, batería de percusión con máquina de viento, timbales y completa sección de instrumentos de cuerda. Así, la espectacularidad del sonido orquestal alcanza su máximo esplendor en esta obra maestra con una originalidad de excelsa perfección formal resultante, entre otras facultades, del absoluto dominio instrumental de Richard Strauss.