Ficha de evento
Programa 03
Teatro Cervantes
Director:
José María Moreno
Primera parte
RICHARD WAGNER
Tannhäuser (Obertura en Mi mayor), WWV 70
MAX BRUCH
Primer Concierto para violín y orquesta en Sol menor, Op. 26
- Vorspiel: Allegro moderato
- Adagio
- Finale: Allegro energico
Violín:
Esther Yoo
Segunda parte
SERGEI RACHMANINOFF
Segunda Sinfonía en Mi menor, Op. 27
- Largo – Allegro moderato
- Allegro molto
- Adagio
- Allegro vivace
ENTRADAS
ARTISTAS
José María Moreno
Director Titular y Artístico
Ficha del artista
Esther Yoo
Violín
Ficha del artista
NOTAS AL PROGRAMA
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La ópera Tannhäuser de Richard Wagner se basa en las tensiones que sufre el protagonista entre las atracciones sensuales de Venus y el deber religioso, junto con el amor puro por Elisabeth, sobrina del señor feudal de Turingia. Tannhäuser busca la redención en una peregrinación a Roma, que le fue negada. Regresa de tan mala experiencia perseverante en la búsqueda del perdón para ser redimido por las oraciones de Elisabeth en la muerte. La obertura se abre con el motivo de la salvación, asociado a la peregrinación que vuelve de Roma, seguido por los violonchelos exponiendo el motivo del arrepentimiento. A medida que la marcha de los devotos caminantes se desvanece, aparecen nuevos temas, asociados a las tentaciones de Venus, terminando por triunfar los peregrinos como sucede en la versión de Dresde de esta ópera. La obertura funciona muy adecuadamente como inicio o cierre de un concierto sinfónico tradicional, hecho que ya puso en práctica Félix Mendelssohn, en una velada sinfónica dirigiendo a la Orquesta Gewandhaus de Leipzig en febrero de 1846.
El Concierto para violín, Op. 26 de Max Bruch es comparable a los más famosos de su género. Compuesto en 1866 y dedicado al gran violinista Joseph Joachim, es el primero de una serie de tres y el más popular. Su estilo está proyectado en una doble dirección: hacia el pasado, poniendo su atención en el concierto de Mendelssohn, y hacia el futuro, anticipándose al que compuso doce años después Brahms. Apunta una clara singularidad en esa especie de preludio lírico-rapsódico que abre el primer tiempo. Éste no llega a adoptar la forma sonata, estando unido al tiempo lento sin solución de continuidad (attacca), creándose un llamativo contraste rítmico; por un lado la rapidez del Allegro moderato inicial, y por otro la placidez del Adagio central, la página más bella de la obra. Un enérgico brillo caracteriza el último tiempo, siguiendo el esquema de sonata. Su definitiva versión de 1867 se estrenó en Bremen el 5 de enero del año siguiente con Joachim de solista y Karl Martin Reinthaler en el pódium.
En febrero de 1907, Rachmaninov escribió a un amigo acerca de un rumor en la prensa rusa: “Es cierto, he compuesto una sinfonía. Solo está lista en bruto. La terminé hace un mes e inmediatamente la dejé a un lado. Fue una gran preocupación para mí y no quiero pensar más en esto. Pero me desconcierta cómo llegaron los periódicos a este asunto”. Desconfiaba en anunciar una nueva sinfonía, porque la única interpretación en 1897 de la Primera, Op.13 había sido un desastre. Su Sinfonía núm. 2 en Mi menor, Op.27 fue escrita durante una estancia del autor en Dresde el año 1907, siendo estrenada en los primeros meses del año siguiente en Petrogrado bajo su dirección. Puede considerarse como una obra que sigue los postulados sinfónicos de la escuela romántica rusa, cuyo mayor exponente es Tchaikovsky. En los distintos pasajes del extenso primer movimiento se desarrollan variados ritmos, armonías y efectos instrumentales, destacando sus dos temas fundamentales y la enérgica coda que lo culmina. El segundo es un scherzo de gran fantasía y pletórica vitalidad estructurado en tema, contratema y reexposición con un largo crescendo final. El tiempo lento, Adagio, es una bella romanza de atractiva melodía y cuidado encaje polifónico. El Allegro vivace final aglutina un tema cíclico al que se le superpone un delicado canto típico de la voz creativa del autor, terminando con luminosa intensidad. Con esta obra Rachmaninov recuperó su autoestima como compositor y de modo particular como sinfonista al conseguir con ella el prestigioso Premio Glinka. Fue dedicada a su colega Sergey Tanéyev, siendo la más extensa de las tres que compuso y muy rica en expresividad por su curiosa y tintineante percusión.
JOSÉ ANTONIO CANTÓN
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