Ficha de evento
Programa 02
Teatro Cervantes
Director:
Pedro Halffter
Primera parte:
PYOTR ILYICH TCHAIKOVSKY
Obertura Fantasía, Op. 18 «La Tempestad»
CAMILLE SAINT-SAËNS
Concierto para violonchelo y orquesta nº1 en La menor, Op. 33
- Allegro non troppo – Animato – Allegro molto – Tempo I
- Allegretto con moto – Cadencia – Tempo I, un poco menos vivo
- Molto Allegro
Violonchelo:
Fedor Amosov
Segunda parte:
SERGUÉI PROKÓFIEV
Sinfonía nº3 en Do menor, Op. 44
- Moderato
- Andante
- Allegro agitato – Allegretto
- Andante mosso – Allegro moderato
ENTRADAS
ARTISTAS
Pedro Halffter
Director
Ficha del artista
Fedor Amosov
Violonchelo
Ficha del artista
NOTAS AL PROGRAMA
Ver notas
La Obertura-Fantasía, Op. 18 «La Tempestad», de Tchaikovsky puede ser considerada como uno de los más interesantes poemas sinfónicos del repertorio por su enorme expresividad descriptica, hasta tal punto que en 1885 le valió al compositor la obtención del premio del editor Mitrofán Beliáyev, destinado a galardonar la mejor obra sinfónica rusa del año. Siguiendo la fantasía shakespeariana del mismo nombre, en sus seis episodios Tchaikovsky dibuja orquestalmente el mar, la tempestad, el amor de Miranda y Fernando en la isla encantada, la oposición perturbadora del silfo Ariel y el monstruo Calibán mediante un bien estructurado scherzo, y la vuelta a los temas de amor y el mar, cerrando así un ciclo de alta evocación musical. Compuesta en 1873 y dedicada al gran prócer de la cultura rusa Vladimir Stasov, inspirador de la idea, fue estrenada por Nicolás Rubinstein en Moscú en diciembre de dicho año.
Interpretado sin solución de continuidad, el Concierto para violonchelo y orquesta en La menor, Op. 33 de Camille Saint-Saëns fue compuesto en 1872 y estrenado por su dedicatario, el violonchelista belga Auguste Tolbecque, en la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París el 19 de enero del año siguiente. Esta obra es un modelo de equilibrio formal, claridad sonora y conocimiento técnico, con los que el compositor integra el violonchelo perfectamente en la masa orquestal, de manera especial en sus extensiones registrales media y baja, parafraseando la opinión que le mereció al prestigioso analista musical británico Sir Donald Francis Tovey cuando lo escuchó por vez primera. Su ininterrumpido desarrollo cíclico es uno de los aspectos más admirables de su discurso, lo que favorece el lucimiento del solista.
Inspirada prácticamente en su totalidad en unos bocetos sobre su ópera El ángel de fuego, cuyo proyecto llevó a término en agosto de 1927, fuera del plazo comprometido con Bruno Walter para su estreno en la temporada de 1926 de la Ópera Alemana de Berlín, Serguéi Prokófiev escribe su Tercera Sinfonía en Do menor, Op. 44 en 1928, siendo estrenada por Pierre Monteux en París el 17 de mayo del año siguiente. La taumatúrgica truculencia que encierran sus cuatro movimientos hace referencia a la naturaleza diabólica de su trama, sin por ello tener que otorgarle un especial carácter descriptivo a su música. Así, el primero expresa las imaginaciones de Renata, personaje particularmente perturbado con sus alucinaciones del maléfico ígneo espíritu. El segundo refleja la inquietante serenidad del convento donde va a ingresar la protagonista. El agitado Allegro parece inspirado en el último tiempo de la Segunda Sonata de Chopin, para terminar con uno de los andantes más tenebrosos y fantasmagóricos jamás escritos. Fue dedicada a su colega Nikolái Miaskovski. Como curiosidad hay que decir que Prokófiev no vivió para ver la puesta en escena de su ópera El ángel de fuego, que tuvo lugar en La Fenice de Venecia en 1955, después de haberse estrenado en versión concierto en el Teatro de los Campos Elíseos de París el año anterior, obteniendo una escasa popularidad desde entonces, hecho que contrasta con la más que aceptable consideración artística que tiene su Tercera Sinfonía dentro del gran repertorio.
Mostrar menos